Se sentía agotada. Su cerebro no la dejaba descansar. Pensar, pensar. Como si no fuera suficiente el hecho de tener que tratar de sobrevivir cada día.
Su cerebro la atormentaba aún más, le exigía el doble de esfuerzo durante las noches. Con qué derecho. Su cerebro era un miserable, pero más miserable aún, lo era su corazón.
Ella odiaba tener que recordar cada noche, lo bien que se sentía ser parte de la piel de él. Lo detestaba. Porque admitámoslo, en esas noches, ella recuperaba su esencia.
Sin embargo, su vida se está entornando hacia nuevos rumbos. Caminos infinitos llenos de nuevas pasiones.
Ahora, ella duerme durante las noches, y sus recuerdos quedaron archivados en un lejano rincón, al que de vez en cuando, le gusta regresar para demostrarse lo bien que lo supera.
Si ella está bien con su presente, para qué regresar a su pasado. Mejor, que siga avanzando, que su camino es largo.
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