Ella se sentía cual "Bella Swan" en "Luna Nueva". Deseaba verlo, escucharlo, besarlo, tocarlo, pero sabía que aquello, sólo sería cierto en su imaginación. No lo vería, no lo escucharía y tampoco podría besarlo o tocarlo.
Todo parecía ser irreal cuando él se alejaba, su vida se convertía en un gran cuarto oscuro y vacío.
Gritar, anhelaba gritar y poder decirle todo de una buena vez y así, dejar de darle vueltas al asunto. Sin embargo, se sumergía en si misma porque no podía enfrentar sus sentimientos. Decirle lo que sentía era dejarlo ir, acabar con aquello que ella tanto apreciaba. Era dejarse disparar en el medio del corazón y ella no podía permitírselo.
Todos los días, ella se encerraba en su propio mundo e imaginaba irrealidades, irrealidades paralelas que jamás tomarían su curso. Se perderían por siempre, en algún lugar pequeño de su mente.
Él le habló...
Le habló...
Ella estaba conectada, él también, pero hacía tanto tiempo que no hablaban, que ella ya lo daba por perdido. Pero allí estaba él, escribiéndole nuevamente. Todo ese vacío desapareció, su cara se iluminó y los colores volvieron a aparecer en aquel cuarto oscuro. Era como si la película volviese a rodar, como si lo muerto cobrara vida una vez más, para así llenarla y envolverla en sensaciones.
Estaban bien, pero ella quería más y él jamás se lo daría. Ella se estaba dando por vencida, estaba dejando caer los brazos y rellenando su corazón con recuerdos, porque al final del día, los recuerdos siempre quedarían.
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