Definitivamente, él le había comprado la entrada (nunca antes había comprado una entrada para nadie a excepción de un amigo) y aunque insistía en que ese hecho no era nada, ella no sabía de qué manera agradecérselo.
Él la llamó cuando las tuvo en sus manos (él también iría al concierto), y considerando que estaban en zonas medianamente cercanas, decidieron encontrarse. En ese momento, en lo único que podía pensar ella, era en que iba a ir al concierto, obviamente que no lo podía creer.
El momento del encuentro había llegado, se cruzaron en Palermo, se saludaron, él le dio la entrada y ella sin pensarlo lo abrazó y le agradeció. Lo abrazó. Nunca en su vida había abrazado a nadie de esa forma, menos si no lo conocía, porque en serio, ella tenía problemas, sobretodo con los hombres. Uno de esos traumas que uno adquiere de pequeño.
[Cuando ella tenía la edad de seis años, un pariente, llamémoslo Señor Perver (vendría a ser algo así como un primo de la madre), la obligó a tocarle sus partes. Señor Perver también la tocaba a ella. Ella tan inocente, no lo entendió hasta que fue mucho más adulta. Siempre pensó que era un tonto juego. Pobre niña, tan dañada desde pequeña].
Ella no entendió ese día el porqué de ese abrazo. Pero más adelante se daría cuenta y todo comenzaría a direccionarse de una manera totalmente diferente.
Por el momento, ella tenía un nuevo amigo, una entrada a un recital y problemas consigo misma. Nada del otro mundo.
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